26 ene 2008

Nobleza caníbal

Sabemos que los españoles somos modistos en potencia, que tenemos una habilidad especial para hacerle un traje a nuestros familiares y amigos en cuanto cometen el error de levantarse de la mesa y salir de la habitación.

Sabemos que la intensidad de ésta, nuestra virtud, es directamente proporcional al éxito en la vida que el ausente pueda tener. A mayor éxito, mayor virulencia.

Sabemos que en realidad lo hacemos por ellos. Cuando un investigador, músico, bailarín o actor triunfa en el extranjero puede ser vulnerable al engolamiento, la egolatría o simplemente la amnesia de raíces patrias.

Sabemos que, descuartizándolos mediante el afilado adjetivo castellano, los inmunizamos contra los peligrosos males que acechan a los hombres y mujeres que han alcanzado su plenitud personal o profesional.

Realmente es un acto ejemplar y cristiano que dice mucho de cómo los nuestros se preocupan de los nuestros.

Lo que no sabemos es que éste ancestral impulso encuentra sus raíces en la sierra burgalesa de Atapuerca. Según los investigadores, nuestros antepasados tenían por costumbre devorar a los suyos hace 800.000 años. Lo más inquietante es que no lo hacían por necesidad. Se trataba de una especie de ritual para reforzar al grupo. Lógicamente, con las distintas invasiones extranjeras que sufrimos nos vimos obligados a sublimar el impulso por las prácticas modistas ya mencionadas.

Algunos preguntarán… ¿Cómo sabemos que aquellos hombres eran realmente españoles? Las palabras de la investigadora del yacimiento Marina Lozano no dejan lugar a dudas:

““También se han encontrado restos de huesos rotos para sacarles la médula o marcas de dientes humanos en falanges que indican que alguien trató de rebañar en esos huesos””

Cocinar y –según restos traslúcidos encontrados- rebañar. ¿Qué puede haber más español?

Otra faceta de nuestras gentes es que eran carroñeros, lo que daría una buena explicación del éxito de la incipiente industria de la prensa rosa, amarilla y negra en nuestro país. Pero eso es otra historia.

Recuerden. Hablen mal de los suyos cuando les vaya bonito. Ellos no lo entenderán, pero les estarán haciendo un favor. Y que den gracias que no están en el fondo de un puchero.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por la reflexión. Ahora comprendo porque, ejemplares de españoles de gran fuste como Acebes y Zaplana no son devorados por sus congérenes, el traje que visten vale un ojo de la cara y parte del otro. Cualquiera les hace uno.

Anónimo dijo...

Estimado Jeromín:
Espero que al recibo de la presente os encontréis bien; yo bien, gracias a Dios.
He tratado, con toda la fuerza de voluntad que me ha sido posible, no convertirme en modisto, y haceros el traje que os corresponde. Razones no han faltado pues ya va para un mes que VM no da señales de vida. Me ha sujetado no comenzar los quehaceres de corte y confección el desconocimiento de si en verdad VM ha triunfado por esos mundos de Dios olvidando a vuestra fiel parroquia, o es que el pesimismo ha vencido al espíritu que debe regir en todo hijo del imperio; quizás, simplemente, habéis capitulado de omiso de la empresa que nos atañe. Si es así, y si no estáis en el puchero, yo os imploro a que continuéis, para que vuestra labor, como hasta ahora, nos sirva de guía. Si por el contrario habéis alcanzado vuestra plenitud personal o profesional, voy comprando la tela.
Esperando noticias vuestras, con el ferviente deseo de conocer vuestro paradero, no físico sino mental, así como el de Molotov y el del desconocido Bermudo, quedo rogando a Dios le guarde muchos años.
Valencia, Febrero 20 de 2008.

Anónimo dijo...

Fe de errores
Donde dice Molotov, debe decir Molotok.
Mil perdones.