14 ene 2008

Elogio de la familia

¿Qué nos hace grandes? ¿Qué fuerza habita en nuestra tierra que convierte a los hombres en Titanes? Fue la imperial curiosidad la que nos indujo a investigar durante diez días –con la ayuda de Levante EMV- para hallar respuesta a estas preguntas. Comencemos.

Nacido en el año 1976. Autónomo. Actividad: comercio al por menor de pan y productos de panadería, confitería y pastelería. Regenta un pequeño horno. Posee tres viviendas, el local del bajo comercial de la panadería, una finca de secano de 29.320 m2, un solar urbano de 242 m2 en una zona céntrica de la localidad, un segundo terreno urbano con una extensión de 955 m2 y una humilde afición a los todoterrenos. Todo en cinco años.

¿Qué nos hace grandes? ¿Qué fuerza habita en nuestra tierra que convierte a los hombres en Titanes? La familia. Hablamos del hijo de Rafeta, popular alcalde Siete Aguas. La familia tradicional española obra milagros. Criarse en un entorno imperial, bajo la batuta de un padre declarado por Hijos del Imperio como el hombre del año, tiene como inexorable resultado el éxito en la vida. No es de extrañar que, amaneciendo cada día junto a un hombre así, junto a un superviviente capaz de vivir con mil euros al mes, de ganar elecciones, y de dar caza y muerte a peligrosas bestias a miles de kilómetros de la patria, esta criatura amase, como buen panadero, en cinco años lo que un panadero extranjero no sería capaz de amasar en cincuenta.

Otro patriota habla de crear un ministerio de la familia. Si así fuera, ya tenemos un candidato a ministro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No me he atrevido hasta hoy a comentar el "Elogio a la familia" en los términos que V.M. dispone, no fuese a ocurrir que tras los tradicionales ejercicios espirituales de sus ilustrísimas, con la reflexión, se hubiese tornado más dificultoso el mencionado concepto, convirtiendo mi sencillo comentario en anatema y a mí, por azar, en hereje excomulgado.
Y apelo a la religión porque, siendo en ella donde reside la verdad, encuentro en el Libro un paralelismo de excepción: la multiplicación de los panes y los peces. Y aunque en este caso -que sepamos- no haya peces, panes ha de haberlos y en abundancia. Este don de la multiplicación, que de manera infusa debe poseer nuestro protagonista, explicaría, sin un ápice de duda, la proliferación de propiedades del vástago.
Así, siendo el ejemplo del padre muy meritorio, al carecer éste de todo bien (a excepción de lo que debió ser una donación de Sor Citröen), el ancestro se asemeja a un seguidor de Diógenes de Sínope, en otras palabras, a un cínico -con amigos- pero no llega a la sublimación del hijo.
No mermemos dignidad al acontecimiento. Siendo laudable el progenitor, aquí se trata más que de un buen hacer, de un verdadero milagro.