16 dic 2007

Comerse un bollo de hojaldre en forma de media luna II

Lo presiento. El Imperio está a la vuelta de la esquina. Eso pensé tras recorrer tres cafeterías absolutamente repletas de compatriotas entregándose a los placeres del buen fumar, buen gritar y buen yantar matutino. Pude leer en los ojos de aquellos hombres y mujeres que nuestro destino como nación trasciende artificiales ideas autómatas y materialistas sobre el trabajo. Lo nuestro está más cerca de Séneca que de Stajanov. Pero esa es otra guerra.

La cuestión es que finalmente encontré una cuarta cafetería que acabó de completar los elementos necesarios de la fórmula para un perfecto día patriota.

1- Perfecta sonorización. Es decir, los propietarios del negocio en lugar de cumplir injustas normas de insonorización de locales, decidieron diseñar el local de tal forma que los sonidos producidos en su interior fueran amplificados para deleite de la clientela.
2- Suciedad. Había mesas libres, pero rebosantes de desperdicios de clientes pasados. ¿Quién puede rechazar la tentadora invitación de apartar vasos y botellas y pasar una servilleta por la mesa? ¿Qué buen español puede afirmar no haberlo hecho nunca? Y el suelo. Un mosaico de materia orgánica e inorgánica que suavizaba el duro contacto de nuestras suelas con los azulejos.
3- Falta de personal. Contratar personal es de cobardes. Sobre todo en un negocio familiar. En este caso, dos hermanas defendían el fuerte: barra, mesas, cocina, caja, limpieza… bueno, eso menos, gracias a nuestra colaboración desinteresada. No importa que un negocio tenga cientos de clientes que garanticen los suficientes ingresos para contratar a alguien que eche una mano. No se trata de eso. Si ponemos en un lado de la balanza la atención al cliente y en el otro la familia, ¡nos quedamos con la familia! ¡Válgame Dios!
4- Existencias limitadas. Un buen restaurador no tira comida. A las 10 de la mañana ya no habían esos forasteros bollos de hojaldre en forma de media luna. Se piden los justos, si no luego hay que tirar, y si no quedan: ¡a comer pan, que es muy sano y muy castellano! Así se hace patria.

Qué buen servicio. Porque somos muy nuestros, porque si fuéramos sajones ya habríamos montado franquicias por todo el mundo con nuestra singular filosofía de empresa. A este día perfecto sólo le faltó el vendedor de lotería y su interesante parlamento sobre nuestro admirado sistema de pensiones.
¡Larga vida al Registro Civil!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial.

Anónimo dijo...

y todo por un funcionario, querido molotok, a que esperamos para agredecer al servidor (servidora), público la posibilidad de incrementar nuestro conocimiento gastronómico, lo siento amigo,pero no seriamos lo mismo, ni parecidos, sin ellos, ¡a mi la función pública¡

Anónimo dijo...

De ingratos es no valorar el sistema feudo-familiar hostelero; es bueno saber que alguien defiende los valores de la raza, el olor del hijo del imperio, el desarrollo orgánico en las juntas de los azulejos... el mosaico de lo español