5 nov 2007

Orinar en la calle

Hace poco un amigo de Mexico -otrora Nueva España- me contaba indignado que había visto orinar a una persona en la escalera de una estación del metro de Madrid, a media mañana, un día laborable, y criticaba nuestra sana costumbre de expeler la orina por los rincones de las calles a diario. Parece ser que vive en un céntrico barrio de Madrid y que él y sus vecinos amanecen cada fin de semana con el resultado de cientos de micciones de nuestros nacionales.
Claro, es difícil transmitir a un extranjero hondas tradiciones patrias como la de mear en la calle. Lo que para otros pueda ser una sucia y bárbara costumbre propia de animales y no de personas civilizadas, es para nosotros un ritual masculino de celebración de la amistad, de la vida y de la fiesta. Tenemos perlas literarias del Siglo de Oro que ya hablan de este proceder. Se dice del mismo Quevedo -podría ser leyenda- que tenía la sana costumbre de orinar en una tapia de Madrid y que algún desalmado dibujó una cruz con la siguiente leyenda: "Donde se ponen cruces no se mea", a lo que el escritor añadió debajo "Donde se mea, no se ponen cruces". Qué tiempos... no había duelo de florete que se preciara sin antes tener la botas bien empapadas en orín. ¿Y en el Siglo XXI? Pues sí, nos gusta orinar en las calles, solos o en compañía, contra una tapia o un contenedor, de día o de noche, en Madrid o en un barrio refinado de Viena. Y entiendo que no lo entiendan, porque no se entiende... se siente.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Extranjero pero poco a poco tratandome de adentrar en ese gran misterio de los hijos de imperio.

Gracias por ayudarnos a comprender los impenetrables secretos de su cultura......

Jeromín dijo...

Esa es nuestra misión. Hacer llegar más allá de las fronteras nuestra cultura imperecedera. Todo ser viviente tiene un pequeño español luchando por manifestarse. Os vamos a ayudar.

Anónimo dijo...

Es MEJICO! (con J de Rajoy!). Que nos habeis aprendido nada de la conquista? Joder, de seguir así tendré que quitaros vuestro sitio, hijos del imperio. Portad el nombre con honra, que mucha sangre ha corrido para que podais llamaros así.
Os dejo hijos del imperio, que me toca orinar. Me siento con ganas de hacerlo en una fuente.

Lina dijo...

¿Rajoy? Ay... Él sí devolvería a España el antiguo resplendor que desafiaba al mismísimo Sol; aquel Imperio que brillaba en todas las latitudes; aquellas colonias, tan afortunadas por haber caido bajo nuestra protección y no como otros lares, "animalets pobrets", que debieron someterse a la tiranía de los gabachos o de los inglis'pitinglis (coincidirán Uds. conmigo en que no hay buen cristiano que entienda semejante lenguaje de herejes). ¡Luchemos, luchemos, que aquellos tiempos pasados volverán!

Anónimo dijo...

la micción...., por ahí se empieza a perder el imperio, cambiando nombres de toda la vida, claros como el agua (amarilla) : mear, orinar,....no podemos olvidar nuestros orígenes si somos tibios en el lenguaje se nos ablanda el cerebro y estamos condenados a no recuperar nuestro glorioso pasado, utilicemos los nombres de siempre y no nos dejemos arrastrar por corrientes extranjerizantes y extravagantes (gays y lesbianas...), con la de nombres sonoros que tiene nuestro rico lenguaje y que además los entiende todo el mundo....abajo los eufemismos ...

Jeromín dijo...

Qué gran verdad. Como la banca española, soy grande, pero humilde, y reconozco que nada hay mås hermoso que llamar a las cosas por su nombre, cosa que hizo usted en todas sus obras con gran ingenio y maestría. Es una pena que se encuentre en el ultramundo y no ocupando un taburete de una tasca para poder criticar al gobierno o discutir de fútbol, como ordenan las buenas maneras.