24 nov 2007

En defensa de la nación

Dos ministras españolas afirmaron el pasado jueves que trece millones de ciudadanos españoles padecen problemas de ruido en sus hogares. ¿Padecen? Será disfrutan. El ruido es un regalo del cielo. Es ese entrañable sonido inarticulado que nos acompaña desde el nacimiento, en el que rompemos a llorar como unos benditos, hasta el último estertor en el ocaso. Y no hay cultura en el mundo que acepte, produzca y promueva esta variante del sonido más que la española. No voy a adentrarme en las innumerables ventajas del ruido. Solo quiero reflexionar sobre una de sus facultades más necesarias: el ruido nos mantiene despiertos. Donde algunos torpes dirigentes ven merma en la calidad de vida y la salud, los buenos españoles vemos la posibilidad de velar por la patria cada día. Esos trece millones de españoles que no duermen son veintiséis millones de brazos despiertos y dispuestos a defender la nación de los peligros que nos acechan. ¿Es que ya nadie recuerda el peligro moro, que tan sólo nos separan 19 kilómetros de la sombría África, que somos la última línea de defensa de valores tan modernos y en boga como el catolicismo, el Estado-Nación y la voluntad de ser imperio? Deberíamos abrazar agradecidos a nuestros vecinos por su televisión home cinema a todo volumen, por sus hijos hiperactivos y por sus broncas familiares. Ayer mismo le di las gracias a un hijo de las Colonias –no sé si de Perú o Ecuador- que pasaba la pulidora por el rellano de la escalera a las siete de la mañana. Si no es por él, me hubiera dormido encima de mi mosquetón imperial. Aprendamos de los artistas. Vean.



1 comentario:

Lina dijo...

Y sino, vean Uds. la situación que se me presenta esta tarde: debo viajar a Barcelona (en el Talgo, que es nuestro tren de toda la vida). Ya me estoy regocijando ante el ameno viaje que me espera. Habrá niños corriendo y gritando en el pasillo (son la alegría en cualquier sitio donde estén); la señora que se siente a mi lado se asegurará que no me aburra, queriéndome hablar de sus nietos (al los que acabaré adorando y saludando en el andén de llegada como si los conociera de toda la vida); el matrimonio de detrás tendrá su dicusión sobre la conveniencia o no de ir a casa de ella por Nochebuena. Acabarán discutiendo acaloradamente, recordándonos a todos los viajeros del vagón que somos simples mortales y que todos tenemos problemas y diferencias. Los jóvenes del fondo se asegurarán de actualizar (con su dicharachera charla) mi vocabulario "argot" ... enfín, que tengo garantizado un ameno viaje en el que no tendré que recurrir al silencioso y desaborido hábito de leer. ¡Estoy realmente impaciente!