11 nov 2007

El secreto gen español


Existe desde hace décadas una subterránea carrera científica por desentrañar las claves de nuestra indiscutible superioridad genética. Es un esfuerzo baldío, pues para activar estos genes es imprescindible el estímulo de un entorno Imperial inmaculado, algo que sólo se puede encontrar en esa gran reserva espiritual llamada España. De todas formas, las naciones tiñosas no cejan en su empeño, y recientemente un equipo de investigación e la Universidad de Tokio ha conseguido manipular los genes de unos ratones obteniendo principalmente dos resultados: 1) No sienten miedo ante la presencia de sus enemigos naturales y 2) No detectan los olores desagradables. ¡Un momento! Se están acercando peligrosamente a su objetivo de saquear nuestras virtudes. Valor e inmunidad al olor de la podredumbre. Esas son dos cualidades imperiales y podemos probarlo. En futuras entradas demostraremos el sin igual valor en combate que históricamente hemos demostrado los españoles, y en cualquier ascensor o transporte público nacional, en pleno verano, podemos ver la indiferencia de nuestros compatriotas ante olores que sobrecogerían a los mismísimos habitantes del Averno. ¿Otra prueba histórica? La encontré en la obra “Ladrones de Tinta” de ese escritor patriota llamado Don Alfonso Mateo-Sagasta. En ella relata una discusión entre un científico y dos tipos que intentaban cargar en un carro a un burro muerto, en Madrid, durante el glorioso Siglo de Oro:

-¡Pero qué hacéis insensatos! –decía el científico-. ¿Quiénes os habéis creído que sois para privar a Madrid del beneficio de esta podredumbre?

-Oiga, señor médico- respondió uno de los hombres-. Si tiene algo que decir dígaselo a su excelencia, el señor duque de Alba, que a él servimos. Su excelencia acaba de pasar por aquí y le ha molestado el olor de esta bestia muerta (…)

-Así van los pueblos. ¿Su excelencia ignora que el aire de Madrid es tan puro que si no fuera por esas inmundicias que lo neutralizan moriríamos todos con los pulmones abrasados. (…) Estudios científicos, ¡científicos!, demuestran que Madrid necesita de las inmundicias arrojadas a las calles para ser una ciudad habitable (…)


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