1 nov 2007

El frío acero español



El acero. Ese excelso hallazgo tecnológico que durante tantos siglos nos permitió comunicarnos con tantos pueblos y naciones va a ser el símbolo inspirador de este cuaderno de bitácora. Acero en mano podremos defender nuestro legado de siglos de tradición imperial que tan bien se ven reflejados en nuestras instituciones, costumbres y carácter como pueblo. El acero también nos permite atacar, a todos aquellos que, ignorantes de su propia historia y del rojo pasión de la sangre que corre por sus venas -o pertenecientes a otros pueblos que intenten mancillar nuestra cultura con la suya- pretendan privarnos de nuestra modélica administración pública, nuestra ejemplar clase política, nuestra competitiva economía, nuestro envidiado sistema sanitario y educativo, nuestro don de lenguas y gentes, nuestros eficientes comercios, nuestros oportunos almuerzos o nuestro amor por el alboroto, el deporte y las letras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

... Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola...Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada... Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... que ellos traían en sus grandes bolsas... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, del los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes.... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.
Pablo Neruda (Confieso que he vivido)

Anónimo dijo...

Qué gran verdad. Oro por palabras. Un intercambio justo. A nosotros nos sobraban las palabras y a aquellos el oro. Ahora a aquellos les sobran las palabras -las bendicen con hermosa retórica- y a nosotros nos faltan cada vez más. No hay mas que mirar los mensajes de un cachorro imperial.