10 dic 2007

Preparando el terreno III

Disculpen nuestros imperiales lectores el imperdonable retraso de nuestras patrióticas noticias. Causas de fuerza mayor. Nuestro destacamento en la otrora Nueva España y actual Méjico ha fracasado. La misión de reclutar una quinta columna para facilitar la reconquista ha hecho aguas definitivamente. Aquellas gentes nada tienen que ver con las que dejamos en 1822. Un incidente presenciado por nuestros muchachos fue la última estocada a nuestras esperanzas. Podemos obviar la deleble huella de las costumbres hispanas… pero la lengua. ¡Por ahí no!. El incidente sucedió en un taxi de la capital. Un taxista nativo y su copiloto –nuestro guía- acompañados por tres de nuestros muchachos circulaban en un viejo automóvil. En determinado momento un coche se les cruzó peligrosamente, estando a punto de provocar un accidente. Nuestro compatriota le dijo al taxista en un correcto castellano:

- ¡Caramba! Le ruego señor que no se amilane, y reprenda con firmeza a esos caballeros o tendremos que prescindir de sus servicios.

El taxista le miró como si el mismo Don Rodrigo hubiera regresado de entre los muertos para hablarle en una lengua extraterreste. Su gesto era de no entender absolutamente nada. En ese momento intervino el guía, con lo que parecía ser una traducción:

- ¡Quémamuchoelsol! ¡Jálate cáon! No seas puñal y dales una madrina a esos güeyes o te mando a la verga.

Ahora la expresión de asombro fue de nuestro equipo. Tristemente, los mejicanos demostraron tener una lengua con vida propia, con palabras y giros que no se pueden encontrar en el segundo catecismo de todo español que se precie: EL DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA.

Hablar la lengua de los nativos es vital para la reconquista, así que tendremos que empezar por otro sitio. ¿Venezuela, quizás? Nuestros informes hablan de que en esas tierras hay un presidente que canta boleros. Aún hay esperanza.
Para acabar, comprueben a continuación cómo habla la juventud mejicana. Entenderán que nuestra retirada no es un acto de cobardía, sino de sentido común.


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